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La teoría de la integración sensorial ayuda a niños con dificultades en su desarrollo.
¿Se ha preguntado alguna vez si a su hijo le hace falta algún estímulo para sus sentidos?
Quizás no, pero la terapia ocupacional ha trabajado este tema por años, a través de la teoría de la integración sensorial. La española Isabelle Beaudry Bellefeuill, especialista en terapia ocupacional de la Universidad McGill, de Montreal, certificada en integración sensorial y actualmente directora de la Clínica de Terapia Ocupacional de Oviedo en su país, estuvo en Colombia para capacitar a varios terapeutas en esta teoría, por invitación de la Gobernación de Cundinamarca y Teletón. ABC del Bebé habló con ella sobre el tema.
¿Qué es la integración sensorial y por qué es tan importante en la infancia?
Es nuestra capacidad de captar la información sensorial que nos rodea y la de nuestro cuerpo. Toda esta información, el sistema nervioso central la utiliza para permitirnos funcionar adecuadamente en el ambiente. Por ejemplo, si un niño tiene dificultad en asimilar los estímulos del tacto, puede resultarle muy difícil tolerar ciertos tipos de ropa, de comida, la cercanía de los demás. Todo le resulta desagradable y se irrita porque no es capaz de explicarte lo que le pasa. Y la terapia ocupacional, basándose en la integración sensorial, puede ayudar a estos niños a funcionar mejor en su día a día.
¿Cuáles cree usted que son los principales problemas que hoy aquejan a los niños y por qué?
A nivel mundial, estamos observando un aumento en las dificultades del desarrollo de la infancia. Por ejemplo, autismo, déficit de atención, problemas de aprendizaje, retrasos del desarrollo. Cada vez más hay un desarrollo atípico porque tenemos otro estilo de vida.
¿Cuáles son las señales de alarma que indican que el padre debe consultar?
Cuando un niño no está desarrollándose, comportándose, aprendiendo y participando como es debido, es importante que se haga una valoración completa y no llegar a una conclusión sin haberla hecho.
Usted es reconocida por tratar diversos problemas, pero ¿cómo manejar casos tan delicados como el autismo y el déficit de atención?
Hay varios estudios que apuntan a que prácticamente, el 100 por ciento de las personas con autismo tienen problemas de integración sensorial. Cuando mejoran ese proceso, el niño cambia radicalmente, pero, claro, no es el caso de todos los niños con autismo. Es importante que se mire desde varios puntos de vista a ver si es neurológicamente estable.
En el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, hay estudios que han apuntado que el 60 por ciento de los niños con este diagnóstico tienen algún tipo de hipersensibilidad. Yo creo que ahí vale la pena hacer una valoración.
¿Cree usted que estas terapias son moda o necesidad?
Necesidad. Por desgracia ahora sí hay más niños con problemas. Trabajo muchas consultas con educadores, y ellos lo dicen: “Antes teníamos un niño especial cada dos o tres años; ahora tenemos dos o tres en cada curso”.
¿Cómo se realiza la terapia, según el diagnóstico?
La primera etapa es consultar y reconocer que hay un problema. El terapeuta ocupacional va a hacer una valoración de los diferentes sistemas sensoriales para buscar las causas de las dificultades. A veces la causa es por otro lado.
Si se trata de una dificultad en procesar el estímulo sensorial, la terapia va a estar orientada a incluir actividades que cuentan con ese estímulo que el niño necesita. Todo eso se hace dentro de un contexto lúdico y respetuoso del niño.
Los elementos cambian según la edad, gusto y necesidades de cada pequeño. ¿Por cuánto tiempo deben hacerse?
Depende de cada niño. A veces, el terapeuta solo hace un proceso de consulta, ajusta las actividades a las que acude el niño. Organizan horarios, su casa y sus hábitos para que obtenga el estímulo sensorial. O hay niños que se quedan hasta dos años en la terapia.
¿Qué pueden esperar realmente los padres de estas terapias?
Una mejoría significativa, si se lleva a cabo por un profesional con una formación fuerte y es realizada correctamente. Si no se ven resultados en un trimestre, no se ha ‘dado en el clavo’. No vamos a curar al niño en un trimestre, pero debemos estar acercándonos a nuestros objetivos. Y los papás tienen que ver que esto funciona y que la familia y el niño están a gusto. Los niños no van a terapia ocupacional llorando.
Los elementos que se usan para lograr estímulos sensoriales cambian según edad, gusto y necesidades del niño.
¿Cuáles problemas ayuda a resolver su enfoque?
Pueden ser muy variados. Pueden ser más de la regulación del estado de alerta. Conducta, atención, irritabilidad, dificultad para dormir.
Tenemos otra especie de problemas que son más dificultades de discriminación
de los estímulos. Entonces, el niño tiene una información un poco confusa del entorno, de su propio cuerpo.
Ahí vemos a menudo problemas que tienen una base a nivel motor. Podemos ver niños apáticos a quienes les cuesta organizarse porque la información sensorial de la que disponen no es acertada. Se les dificulta el proceso de discriminación.
Al tener información desajustada,su respuesta también lo es.
Karen Johana Sánchez
Redactora ABC del Bebé
fuente: eltiempo.com
El dibujo infantil como técnica de regulación emocional
Una de las actividades que más “enganchan” a los niños es el dibujo. Basta con darles una hoja en blanco y unos lápices de colores para que automáticamente empiecen a llenar el folio con imágenes que surgen de su fantasía, o simplemente –en el caso de los más pequeños- a garabatearlo.
Dibujar no sólo es entretenido, sino que además contribuye al desarrollo de numerosas funciones cognitivas y psicomotrices en las primeras etapas de la vida.
Mediante esta actividad el niño adquiere la destreza de tomar entre sus dedos objetos –los lápices- y de manejarlos con precisión para producir un resultado –el dibujo-, lo que implica ya un cierto nivel de desarrollo de la motricidad fina y la coordinación óculo-manual.
También, en el plano cognitivo, dibujar favorece el desarrollo de la imaginación y las capacidades creativas –como parece obvio-, pero también implica el uso de funciones perceptivas complejas y de otras como la memoria o la inteligencia espacial. Y los beneficios no acaban ahí, pues el dibujo también cumple funciones de carácter emocionalrelevantes.
Esto es ampliamente conocido en el ámbito de la psicología, donde dibujar se ha empleado como método de evaluación y diagnóstico de problemas de carácter afectivo y como técnica de intervención, especialmente en aquellos casos en los que no es viable el uso del lenguaje verbal, debido a la edad de los niños o al carácter de los acontecimientos traumáticos a que se han visto expuestos.
El dibujo tiene, por tanto, un papel destacado en la “caja de herramientas” con que los niños afrontan situaciones estresantes o adversas, contribuyendo a la regulación de emociones negativas.
Pero, ¿en que se basa este potencial del dibujo para lograr un cambio emocional positivo en los niños?Un estudio aparecido recientemente en la revista Cognition & Emotion trata de dar respuesta a esta cuestión. Sus autoras, Jennifer Drake y Ellen Winner, analizan en particular si la capacidad del dibujo para mejorar el estado de ánimo de los niños tiene que ver con el hecho de que dibujar implica distraer la atención de aquello que les induce una emoción negativa, o si –alternativamente- el efecto positivo del dibujo se debe más bien a que ayuda a expresar o “ventilar” las emociones negativasque se experimentan.
Drake y Winner (2013) realizaron dos intervenciones experimentales en un contexto de la vida real, aprovechando la visita de escolares a una exposición científica. En el primer estudio participaron 83 voluntarios (44 niñas y 39 niños) de entre 6 y 12 años. Para inducirles un estado emocional negativo se empleó una tarea sencilla, en la que simplemente se pedía a los niños que pensaran durante un minuto en un evento que les hubiera provocado en el pasado una emoción de frustración, molestia o desilusión.
Los niños eran posteriormente asignados a una de dos condiciones experimentales: realizar el dibujo de una casa como forma de distraer la atención (condición de distracción) o realizar un dibujo en el que plasmasen el acontecimiento negativo en el que habían estado pensando (condición de expresión emocional), en ambos casos contando con un tiempo de cinco minutos para realizar estos dibujos. Además, se tomaron medidas del estado de ánimo de los participantes en tres momentos (al inicio, tras la tarea de inducción de emociones y tras la intervención experimental); y también se evaluó el grado de disfrute y competencia que los niños habían experimentado con la realización del ejercicio de dibujo.
Los resultados de este primer estudio revelaron que el estado de ánimo de los niños mejoraba en mayor grado entre aquellos que habían realizado el dibujo para distraerse, quienes además disfrutaban más la tarea, en contraste con los que habían participado en la condición de “dibujo expresivo”. Además, las niñas parecían beneficiarse más del dibujo que los niños en lo que respecta a la mejora del estado de ánimo.
En el segundo estudio el procedimiento fue muy similar, salvo por el hecho de que las investigadoras introdujeron una tercera condición experimental, en la que los niños asignados a ella realizaban dibujos consistentes en copias de objetos comunes durante cinco minutos (condición de copia). En esta ocasión los participantes fueron 123 niños (65 niñas y 58 niños) del mismo rango de edad que en el estudio anterior. De nuevo, esta vez también fueron los niños que habían participado en la condición de distracción quienes experimentaron las mayores mejoras en el estado de ánimo, por encima de las condiciones de dibujo expresivo y de copia, entre las que no se apreciaban diferencias en lo que respecta al grado de cambio afectivo. En este caso, no se observaron diferencias de género, aunque sí de edad; los niños más pequeños, que además se sintieron más competentes dibujando, mostraron mejoras del estado anímico superiores a las de los niños mayores.
¿Cómo se explican estos resultados? Drake y Winner (2013) sugieren que el efecto del dibujo distractivo se puede deber, más que a su vinculación con el grado de disfrute que provoca en el niño, a que supone la retirada de atención de pensamientos con una carga emocional negativa, implicando al niño en una actividad que –a corto plazo- le hace focalizarse en algo diferente a la fuente de malestar. El dibujo libre, más allá de la mera copia, incluye además el componente de experimentar el placer de la creatividad, lo que podría dar cuenta de su mayor eficacia para la mejora del estado de ánimo.
No obstante, las autoras hacen dos precisiones importantes. En primer lugar, su estudio se ha limitado a mejoras del estado de ánimo a corto plazo y en un contexto no-clínico, en el que los niños pensaban en eventos que no eran traumáticos. En segundo lugar, estos resultados no implican que el dibujo expresivo no tenga también un importante papel como forma de regulación emocional.
En particular, aun cuando a corto plazo puede inducir un estado anímico negativo, en el ámbito clínico eldibujo orientado a la expresión emocional puede ser una herramienta muy adecuada para trabajar problemas emocionales ligados a acontecimientos traumáticos, resolver conflictos, reducir el estrés, reorganizar contenidos a nivel cognitivo y favorecer a la recuperación afectiva del niño.
Las aplicaciones del estudio de Drake y Winner (2013) son, como se puede imaginar, numerosas y van más allá del ámbito exclusivo de la intervención psicológica. Seguramente, tras leer su estudio, la próxima vez que veamos a un niño en un estado emocional negativo algo se nos venga a la cabeza…quizá basta con una hoja en blanco y unos lápices para mejorar su estado de ánimo. No es nada costoso, y además estaremos favoreciendo su desarrollo cognitivo, su sentido de autoeficacia y su creatividad. A veces, las soluciones más eficaces son las más sencillas y aquellas que tenemos más a mano.
fuente: psynthesis.wordpress.com

